Esta novela de Haruki Murakami tiene un cierto resgusto distinto de las otras obras del autor japonés. Sigue teniendo rasgos comunes en la forma de narrar como pueden ser la importancia de los sueños dentro de la historia, el miedo a la soledad o la importancia de la simbología del lenguaje pero opino que es una novela más dialogada que todas las demás; en ésta hay un volumen de diálogo importante y eso ya la hace algo distinta.

Empecemos por el argumento. Tsukuru Tazaki es un hombre de treinta y seis años que conoce a una mujer dos años mayor que él y tras unas cuantas conversaciones y después de haber hecho el amor en una ocasión ésta le dice que nota que tiene algún tipo de trauma o cosa dentro de su corazón que no le deja avanzar. Entonces es cuando Tsukuru va haciendo diversas analepsis (flashbacks) dentro de la novela y le va contando a Sara una historia de amistad preciosa con un punto y aparte muy cruel. En el curso que entra en secundaria alta (15 años) Tsukuru coincide en un curso de voluntariado con otros cuatro chicos de su instituto (dos chicos y dos chicas además de él) y forjan una amistad considerable. Es según las propias palabras del protagonista «una unión armónica y sin perturbaciones» en la cual cada uno tiene su función y todos los miembros son importantes. Todo transcurre con normalidad, acaban juntos el instituto, y entonces todos se quedan a estudiar en universidades locales (en Nagoya) mientras Tsukuru decide ir a estudiar a Tokio para ser ingeniero de estaciones de tren, algo que siempre le ha entusiasmado. Durante el primer año de universidad todo sigue igual, los cuatro que se han quedado en Nagoya siguen quedando y cuando Tsukuru vuelve por vacaciones se ven y hacen cosas juntos. Pero en el segundo curso ocurre algo inesperado. Cuando Tsukuru vuelve de Tokio ninguno de sus amigos le coge el teléfono. Cuando por fin consigue hablar con uno de ellos éste le dice que no quieren verlo más y que él tiene que saber el motivo. Tsukuru se hunde en una profunda depresión durante varios meses en los cual piensa en el suicidio durante varias veces. Adelgaza hasta límites poco recomendables y cambia por completo su aspecto físico. Todo su mundo se ha desvanecido. Un chico callado y sensato que creía que formaba parte de algo es rechazado de la forma más cruel. Por si no había suficiente le ocurre algo muy similar antes de acabar la carrera ya que durante unos meses conoce a un estudiante, Fumiaki Haida, con el cual congenia a la perfección y con el que pasa muchas horas durante ese lapso de tiempo. Un buen día Haida le dice que se va a su pueblo natal (Akita) y que volverá en unos días; pero jamás vuelve a saber nada más de él. A partir de ese momento nace en Tsukuru un miedo exacerbado al rechazo y nunca abre del todo su corazón en sus relaciones posteriores, tanto de amistad como amorosas. Cree que la gente se aparta de él cuando ven que está «vacío«, que no tiene nada que aportarles y eso hace que no profundice en ninguna de sus relaciones. Hasta la llegada de Sara, una mujer que conseguirá que Tsukuru a lo largo de la historia vaya acabando con sus miedos y fantasmas del pasado. Sara consigue las direcciones actuales de cada uno de los amigos de Tsukuru y éste va a hablar con cada uno de ellos para saber qué pasó realmente dieciséis años atrás.

 

Este viaje que emprende el protagonista de la novela hasta vencer ese miedo a la soledad, ese pánico a no saber aportar nada a los demás para que permanezcan junto a él es lo que nos intenta enseñar Murakami en su novela. Como siempre, es importante en la novela la simbología. Tsukuru se siente un poco excluído del grupo de amigos del instituto porque todos tienen el ideograma de un color en su apellido menos él. Kei Akamatsu, Yoshio Oumi, Yuzuki Shirane y Eri Kurono. Aka (rojo), Ao (azul), Shiro (blanco) y Kuro (negro). Además Haida también, pues es el color gris. Sólo Tsukuru no entra dentro de esta particularidad y por eso también siente la exclusión a lo largo de la novela.

 

Después de hablar con todos los integrantes del grupo y descubrir el porqué lo echaron (Shiro inventó que Tsukuru la había violado porque no estaba equilibrada mentalmente y los demás eligieron creer a Shiro antes que a Tsukuru porque creían que éste último era más fuerte y podría superar la ruptura mejor que la muchacha) Tsukuru es capaz de superar la angustia acumulada durante los dieciséis años pasados desde la ruptura con el grupo de amigos y quiere empezar una relación profunda y sin muros con Sara.

 

El final como casi siempre en Haruki Murakami es abierto, el lector debe imaginar si al final Tsukuru consigue esa relación que tanto ansía con Sara y es capaz por fin de ser feliz sin ninguna carga en su corazón. Hay que añadir que a mi modo de entender no queda demasiado claro el episodio de Haida, el estudiante con el que Tsukuru congenia en la universidad. Así como con los personajes del grupo del instituto sí que consigue cerrar el capítulo con Haida no porque desaparece sin más. Puede ser que este sea una especie de ensoñación pasajera de Tsukuru para sustituir a sus antiguos amigos o una personificación de su conciencia (aparece explícitamente en uno de sus sueños eróticos) y que por ese motivo no se sepa nada más. Aunque no lo deja claro porque en casa de Tsukuru se supone que Haida deja algunos objetos suyos, como una cafetera y unos discos, incluído el de Los años de peregrinación de Liszt, que da título a la novela y que es importante en la trama porque es la pieza que tocaba Shiro en el piano para sus amigos. Es una especie de conexión entre algunos miembros del grupo (sobre todo entre Tsukuru y las dos chicas).

 

En esta novela Haruki Murakami es capaz de constuir una historia potente, capaz de que el lector se sienta más o menos identificado y además describe con su habitual precisión los sentimientos y emociones que el protagonista va sintiendo a lo largo de la trama. Los pasajes oníricos y la simbología nos acaban de explicar los sentimientos más profundos de Tsukuru, como ya hemos comentado el miedo a quedarse solo, el temor al rechazo por experiencias propias y la casi nula sociabilidad desde aquél episodio. El personaje de Sara es clave para hacer reaccionar al protagonista y que éste pueda vencer su angustia y el quiste que tiene en el corazón desde hace más de una década.

 

Mi valoración final es muy positiva como ya supondrá el lector de esta entrada, aunque como digo me chirría un poco no ya el final abierto que es algo habitual en el autor y hasta agradable si no dejar un poco confusa la historia de Haida (o al menos a mí me lo parece, quizá a otro lector no). En conclusión, muy recomendable la lectura de esta novela, y además para los que quieran adentrarse en el universo de Murakami quizá de las más digestibles como inicio junto con la más comercial, Tokio Blues. Otras novelas como Crónica del pájaro que da cuerda al mundo o Kafka en la orilla son más reflexivas y mucho más duras de entrada sin conocer nada del universo del escritor japonés.